En estos días de sueños interrumpidos, el cansancio no me oculta la mirada positiva. Despertar tres o cuatro veces por noche, a veces ni siquiera abrir los ojos, pero despertar en fin; me permite ser más conciente de los sueños. A veces recuerdo pequeñas historias sin sentido, a veces sólo un momento, una situación, una imagen. La mayoría de las veces, sin embargo, mis sueños son complejos, están llenos de posibles sentidos, enseñanzas o visiones. A veces soy otra persona, a veces ni siquiera soy parte de la historia. Pero siempre tienen un impacto, revuelven, desacomodan, inquietan.
Anoche, en uno de mis desvelos, soñé que subía a un colectivo. Estaba sentada y empezaba a ver que conocía a todas las personas en él, excepto el chofer, estaba lleno de amigas mías; caras que veo siempre y algunas que no veo hace muchos años. Maile, Guadu, Marti y Jupi, Bere, Cris, Jose, Gabi... y una de ellas (no recuerdo quién) me pregunta: ¿estás escribiendo Anu? y asoman otras voces desde diferentes asientos... ¿estás escribiendo? ¿y la poesía?. Y les explico que tengo una hija, que mi vida cambió mucho, que no encuentro el tiempo, que el trabajo, que... y me quedo en silencio y las miro. Y allí alguien se levanta, una amiga, y me dice que no deje de hacer las cosas importantes de la vida.
Y despierto. Ema tose, o vomita, o ya no sé. La acurruco al costado de mi pecho y el sueño vuelve lentamente. Me duermo y guardo con fuerza este sueño para recordarlo en la mañana. Para escribir.
Gracias amigas.